Hércules, un perro frágil, fue inmovilizado en una región húmeda y helada durante un período prolongado. Rara vez se movía y miraba sólidamente implorando a sus salvadores, demasiado débil para levantarse. Sin embargo, no pudieron dejar de lado su ferviente atracción por la ayuda. El grupo inmediatamente lo bautizó como Hércules, convencidos de que, a pesar de su lamentable codición, se convertía en un guerrero fuerte y valiente, que simplemente necesitaba su respaldo para enfrentarse a la altura tan pronto como de nuevo. Lo llevaron rápidamente al hospital, donde los médicos hicieron todo lo posible para garantizar que recuperara la salud.
A medida que pasaban los tiempos, consideró que Hércules salió a la calle para recuperarse. Sin embargo, inesperadamente perdió el apetito, y esto se convirtió en un motivo para cocer. Después de realizarle una radiografía y un ultrasonido, los médicos descubrieron que Hércules tenía un intestino torcido y una vesícula biliar rota, confirmando sus peores temores. Su existencia se encontraba dentro de la balanza, y el tratamiento quirúrgico lo convirtió en una alternativa más larga debido a su estado de debilidad. Se le administró una transfusión de sangre, esperando que fuera un recurso útil para su recuperación.
Después de veinte días, Hércules comenzó a mostrar síntomas y síntomas de mejoría. Sus niveles de fuerza se dispararon y comenzó a interactuar con deportes que antes no podía hacer, que incluyen pasear y saltar. El tan pronto como amigable Hércules se ha vuelto más accesible o incluso más peso. La resiliencia que estableció sorprendió a las personas que lo habían rescatado.