Al enterarse de un cachorro abandonado y atrapado en un cobertizo, en el campo una persona de buen corazón actuó rápidamente para rescatar a la indefensa criatura.
Al llegar al lugar quedó claro que la cadena que sujetaba al cautivo era fuerte y estaba bien asegurada, por lo que fue necesario el uso de herramientas para cortarla y liberar al animal de su confinamiento.
Después de rescatar al cachorro, el compasivo rescatista lo bañó suavemente ofreciéndole consuelo y alivio en su terrible experiencia.
Cuando el cachorro satisfizo su hambre empezó a mostrar signos de satisfacción.