Bajo la sombra de un puente, un pobre perro estaba sentado encadenado e inmóvil, sus ojos reflejaban una silenciosa súplica por la liberación.
El puente, símbolo de conexión y paso, se había convertido en un lugar de trampa para el perro.
El comportamiento del perro era un retrato de la resignación, un alma que había aprendido a aguantar en silencio, guardando cautelosamente sus esperanzas.
En este cuento, la tranquila serenidad del pobre perro sirvió como recordatorio de que incluso en momentos de aparente quietud, los ecos de la necesidad y el anhelo pueden ser profundos.